Bajo la fronda de los árboles se permite el transeúnte reposar su fatiga. Nada se le escapa a la naturaleza, aquí y ahora las plateadas hojas se van trasformando en arrullo del lecho invernal. Todavía el sol acaricia la fronda, con el correr de las horas se dará al sueño programado, y adormitando su existencia fecunda el fruto esperado, la facultad aprehensiva del hombre se rinde al natural proceso de su entorno.
Valorar el mundo de la naturaleza no es dádiva del hombre, es una dádiva para él.