La imaginación es el obsequio inadvertido en el que se recrea el ensueño.
El reflejo del objeto renueva el pensamiento en el sendero que amplía su ideal. En la penumbra de su visión, el lúcido forastero cavila la oda a su momento, balbucea su encanto sin que el sonido acalle el eco de su impresión, y la palabra, reverberación de su ego, reconoce el menoscabo de la maravilla percibida.