El drama es la película del otro, a ciegas, la observación de su propio cinismo.
La abundancia engendrada por el capital humano es el botín de la administración en el cada día del comando económico, y la forma de apropiarse del esfuerzo no remunerado a la masa trabajadora es el maquiavélico medio de los dirigentes. La fábula del bienestar proclamado en las tribunas, en las calles, o en “surcos de dolores” traicionan las relaciones humanas. La ávida arenga del poder político aunado a las redes de la usura económica habla de la enfermedad mental de las directivas. ¿Dónde queda la realización del modus vivendi del habitante de la tierra?
En el horizonte de la esfera humana las normas silencian el descontento, las leyes establecen lo legal, y en triunfo, es la amalgama de convenios inescrupulosos la marginación física y mental del hombre.